
Un relato lleno de angustia que nos revela un personaje dominado por esa incontenible manía de robar cada tijera que ve al alcance de su mano, por lo cual no llega nunca a conseguir dominar su creatividad, que esta condicionada a conseguir robar nuevas tijeras para crear nuevos trajes. Las dudas le acechan por no saber si las tijeras que ha robado han perdido la magia... Una penosa situación en que toda esperanza, por parte del sastre y su resignada manía, recae en el éxito de seguir robando una tijera tras otra una durante más de 8 años hasta que un día es atrapado y se descubre todo: en su casa hay mas de 25.000 tijeras de diferentes clases y tamaños.
Esta novela de Pedro Runcallola, aunque es una novela corta, cuesta mucho leerla porque su contenido transita como una aventura sin prisas y a paso de tortuga. Pese a tener una buena narrativa, los personajes de esta obra son pocos y entran en escena y desaparecen con sorprendente celeridad, siendo el sastre el único que permanece constante.
El ladrón de tijeras me ha dejado una sensación un tanto triste y amarga de lo que puede llegar a ser la vida real, cuando una persona se arruina y se obsesiona con ser útil en la sociedad. Reconozco que el autor sabe resaltar bien estos matices con sumo cuidado y nos descubre más cosas como: la desesperación y la miseria por la que está pasando un sastre sin trabajo. La miseria está presente durante todo el relato. La situación llega a su punto máximo cuando visitando un cuartel de la guardia civil le roba las tijeras al comandante del puesto y es sorprendido in fraganti intentando ocultar unas tijeras de los tiempos de Franco. Dicen que una buenas tijeras lo cortan todo, incluso también la carrera de un sastre.
Como es propio en todas sus novelas de Pedro Runcallola, los personajes suelen ser personas con oficio humildes o de cierta habilidad que influyeron en su vida. Luego es lógico pensar que Runcallola se haya inspirado en alguien a quien conoció.
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